El domingo 15 de mayo es imposible no recordar tu cumpleaños. San Isidro, patrón de tu amada Madrid, de la que fuiste hijo adoptivo, gato apadrinado, porque la circunstancias te hicieron nacer en Sevilla, donde el abuelo estaba destinado como piloto del Ejército Nacional… Pero esa es otra historia. Mi historia, hoy, es recordarte, una vez más, en tu segunda ausencia, ahora que el duelo se difumina y transforma en otra cosa, la deseada paz y serenidad.
Papá, te he pensado en ese día que para ti, una vez, fue celebración taurina como abonado impenitente que eras de la Feria de San Isidro, esa maldita barbaridad que, gracias al aburrimiento, abandonaste. Ese santo campestre, que ahora quieren sacar de la caja para que veamos – entre arcadas, supongo – su restos incorruptos (y que hubiéramos visitado juntos, para contener la risa ante la momia de un señor que, milagrosamente, puso a currar a sus animales por la cara).
Te he rememorado, recordado, llorado, y agradecido por todo lo que sacrificaste, entregaste, protegiste, como Buen Padre de Familia que hoy diríamos de la Vieja Escuela. De todas las escuelas y todas las épocas, querrán decir, porque esa devoción -aunque se mostrara atrofiada en las expresiones de cariño- existía, era real, y se mantuvo hasta el final, incluso cuando nos peleábamos con tus cabezonadas y pitonazos de Tauro empedernido (ya sabes, aterrorizados por el cambio, cualquier cambio, cualquier novedad que les mueva la pezuña de su tierra y su abundancia).
Como hemos estado vaciando vuestro piso, tuyo y de Mamá, el hogar de la infancia, y nos ha tocado escarbar en las toneladas de objetos, enseres, cuadros, ropas, y unos cuantos bolsones de libros y fotos, me han hecho mucha compañía tus discos -colección construida a medias conmigo, porque he reencontrado tantos regalos de Navidades y cumpleaños-, y ante todo ha sido y es todavía un viaje intenso encarar las fotos y álbumes, porque en aquellos tiempos es lo que se hacía.
Así que me puse a buscar una foto contigo, retratista accidental de la familia -mira que eras pésimo haciendo fotos-, y más allá de la devoción fetichista hacia mamá, sufrida modelo de tus composiciones de mujer con monumento de fondo, me he dado cuenta que prácticamente no tenemos fotos juntos. Lo primero que he pensado es que, siendo el que hacía las fotos, no podías salir en las fotos que nos tomabas. Pero es que además, no tenemos ni siquiera algún retrato de mi adorado ser bebé, o algo parecido…
Una de las que he encontrado corresponde a una mañana de Reyes, en la que curiosamente se observa mi propio obsequio, una cámara de fotos Yashica (debo de tener 16 años). Tu presente es un libro de fotografías, posiblemente de Madrid (tu obsesión histórica junto a la Aviación de la República). Me resulta revelador, ahora, que me sitúo de pie, detrás de ti, en vez de contemplar el libro juntos, sentados lado a lado. ¿Un poquito más de contacto, por favor?

Hubo que escarbar en los buenos viejos tiempos de Suiza, mi etapa preescolar, para encontrar esta preciosa instantánea (descolorida) en la que me sujetas, y yo me echo hacia ti…

…en un gesto que repito unos años más tarde, de excursión por Santander (creo incluso recordar el aroma de esa camisa, o sea, el hedor de tus paquetes de cigarrillos Fortuna).

Las interminables y agotadoras visitas familiares (que no sabes cuanto te agradezco, porque nos pateamos la Penínsua entera), incluía a veces nuestra ciudad. Y ahí estamos callejeando y oteando el Palacio Real. Me consta que el día de la Capilla Ardiente de Franco -siempre se dijo en casa que habíamos regresado de Suiza para rematarle – me llevaste a cotillear cuánta gente había, y nos marchamos por tu indignación de las colas que había para ver el cuerpo presente del Dictador. “¡Cuánto miedo tiene la gente!” fue tu reacción literal, y que algunas personas había ido a comprobar si era verdad que se había muerto…

Eso sí, tenemos la (terrorífica) composición de familia… ¡en mi Comunión! Ahí estamos, los dos, vestidos de marrón clarete, y un poquito de campana en los pantalones. Supongo que tiró la foto mi hermano, porque colocó a mi madre bien plantada en el centro conmigo, y mi padre parece un guardaespaldas… ¡Cosas de las constelaciones familiares! Ay bendito.

En resumidas cuentas, me parece que la mejor fotico que tenemos es la que nos hizo Kike Carbajal en el rodaje de Aerosol, donde estuviste ejerciendo de Papito de Producción -y no me refiero a la pasta, que no pusiste ni un duro-.
Se te echa de menos, ya lo sabes, y seguro que me sientes.
¡Qué mas darán las fotos!